26 jun 2010

AMERICAN PSYCHO

Mis relaciones con las chicas no siempre son lo que uno espera de alguien socialmente aceptable y lo que es más preocupante, beneficiosas para la salud de vuestro humilde servidor. Especialmente cuando mi alter ego es una especie de psicópata malvado capaz de crear en vosotros lectores, algo así como ganas de odiarme por publicar cosas como las que a continuación tendréis el "placer" de leer. De todas formas, veo necesaria la publicación de un fragmento del libro "American Psycho" de Bret Easton Ellis a fin de que la gente se familiarice con el nombre de aquel que se hace llamar Patrick. Un libro duro, crítico y repleto de buenísimas reseñas musicales. No apto para estómagos sensibles ni menores, por supuesto.



CAPITULO: CHICAS




Mis apariciones por la oficina durante el último mes o así han sido esporádicas hasta decir que, bueno, basta. Parecía que lo único que quería hacer era ejercicio, levantar pesas, y reservar mesa en restaurantes nuevos en los que ya había estado, y luego cancelarlas. Mi apartamento apesta a fruta prodrida, aunque de hecho el olor lo origina la cabeza de Christie y metí en un cuenco de cristal Marco que está en una repisa cerca de la entrada. La propia cabeza está cubierta de restos de cerebro, vacía y sin ojos en la esquina del cuarto de estar, debajo del piano, y pienso usarla como linterna, en lugar de una calabaza, en Halloween. Por culpa de la peste decido utilizar el apartamento de Paul Owen para una cita que tengo preparada para esta noche. He examinado cuidadosamente las dependencias buscando aparatos de vigilancia; decepcionantemente no había ninguno. Una persona con la que hablo por medio de mi abogado me dice que Donald Kimball, el investigador privado, ha oído que Owen estárealmente en Londres y que le han visto un par de veces en el vestíbulo del Claridge's, una vez en un sastre de Saville Row y otra en un nuevo restaurante de Chelsea. Kimball voló allí hace un par de días, lo que significa que ya no hay nadie que pueda vigilar el apartamento, y las llaves que le quité a Owen todavía funcionan, de modo que puedo llevar las herramientas (una taladradora eléctrica, una botella de ácido, la clavadora automática, cuchillos un encendedor Bic) allí después del almuerzo. Contrato a dos señoritas de compañía de un reputado aunque sórdido establecimiento que nunca había utilizado hasta ahora y pago con la tarjeta American Express Oro de Owen que, como todo el mundo cree se encuentra en Londres, supongo que nadie busca. El programa de Patty Winters de hoy era - irónicamente, creo - sobre los consejos de belleza de Lady Di.

Doce de la noche. La conversación que mantengo con las dos chicas -ambas muy jóvenes, rubias, de cuerpo increíble, con grandes tetas - es breve, pues tengo dificultad para refrenar mi desordenado yo.

- Vive usted en un palacio señor - dice una de las chicas, Torri, con voz de niña pequeña, impresionada por el aspecto ridículo de la casa de Owen -. Es un auténtico palacio.

Fastidiado, la fulmino con la mirada.

-No es tan bonita.

Mientras preparo unas copas en el bien provisto mueble bar de Owen, les menciono que trabajo en Wall Street, en Pierce & Pierce. Ninguna parece especialmente interesada. De nuevo me encuentro oyendo una voz -una de las suyas- que pregunta si es una zapatería. Tiffany hojea un ejemplar de GQ de hace tres meses sentada en sofá de cuero negro situado debajo del revestimiento de faux cuero de vaca, y parece confusa, como si no entendiera algo. Yo pienso:"Reza, puta; reza", y luego tengo que admitir que es excitante tener a estas chicas dispuestas a rebajarse delante de mi por el cambio que me queda en el bolsillo. También menciono, después de servirles otra copa, que fui a Harvard, y luego pregunto, después de una pausa.

-¿Habéis oído hablar de ese sitio?

Me sorprende cuando Torri responde:

- Tuve relaciones comerciales con una persona que dijo que había ido allí,-Se encoge de hombros con expresión estúpida.

-¿Un cliente?-pregunto, interesado.

-Bueno-empieza ella, con nerviosismo-.Digamos que tuve relaciones comerciales con él.

-¿Era un chulo?-pregunto...,entonces empieza la parte rara.

-Bueno-vuelve a titubear, antes de seguir con-:digamos que tuve relaciones comerciales con él.-Da un sorbo a su copa-.Dijo que fue a Harvard pero...no le creí.-Mira a Tiffany, luego vuelve a mirarme a mí. Nuestro mutuo silencio la anima a seguir hablando y continúa vacilante-:Tenía, bueno, un mono, y yo tenía que cuidar de ese mono en...su apartamento.-Se interumpe, comienza, continúa con una voz monótoma y ocasionalmente se atraganta-: Me pasaba el día entero viendo la tele, porque no tenía otra cosa que hacer mientras el tipo estaba fuera...y mientras trataba de mantener al mono vigilado. Pero a ese mono...le pasaba algo raro.-Se interrumpe, y respira profundamente-, el mono sólo quería ver...-Vuelve a interrumpirse, abarca la habitación con la mirada, mientras una expresión curiosa le cruza la cara como si no estuviera segura de que debiera contarnos esta historia; de que nosotros, yo y la otra puta, debiéramos participar de esta información. Y me preparo para oír algo terrible, una revelación espantosa-.Sólo quería ver...-Suspira, luego admite rápidamente-:El programa de Oprah Winfrey, y nada más.El tipo tenía cintas y cintas grabadas y se las ponía al mono-ahora me mira, implorante, como si hubiera perdido la cabeza, justo en ese momento, en el apartamento de Paul Owen, y quisiera que yo, ¿qué?, ¿lo verificara?-sin los anuncios. Una vez traté de... cambiar el canal, quitar una de las cintas..., porque quería ver una serial o algo así.., pero...-termina su copa y, evidentemente inquieta por esa historia, continúa valientemente-: El mono se puso a chillar y sólo conseguí que se callara cuando puse una cinta de Oprah.-Traga, se aclara la voz, parece que va a llorar, pero no lo llora-.Y ¿sabe?, si intentabas cambiar de canal, el maldito mono trataba de arañarte-concluye amargamente, temblando, tratando inútilmente de calentarse.

Silencio. Un silencio ártico, glacial, absoluto. La luz del apartamento es fría y eléctrica. Allí de pie, miro a Torri, luego a la otra chica, Tiffany, que parece mareada.

Por fin digo algo, tropezando con mis propias palabras:

-No me importa...si has llevado una... vida decente... o no.

Empieza la actividad sexual, un montaje porno duro. Después de afeitarle el coño a Torri, hago que se tumbe en el futón de Paul y que se abra de piernas mientras le meto el dedo y me lo chupo, y de vez en cuando le lamo el ojo del culo. Luego Tiffany me chupa la polla-tiene la lenga caliente y mojada y no deja de darle golpecitos al glande, poniédome nervioso-, mientras la llamo puta asquerosa, mamona. Mientras me follo a una con condón y la otra me chupa los huevos, dándoles lengüetazos, miro la serigrafía de Angelis, que cuelga encima de la cama y pienso en charcos, en chorros de sangre. En ocasiones la habitación está en silencio absoluto si se exceptúan los sonidos como de chapoteos que hace mi polla al entrar y salir de las vaginas de las chicas. Tiffany y yo comemos por turnos el coño afeitado y el ojo del culo de Torri. Se corren las dos, simultáneamente, haciendo el sesenta y nueve. Una vez que tienen los coños los suficientemente lubrificados, saco un consolador y dejo que jugueteen con él. Torri se abre mucho de piernas y se manosea el clítoris, mientras Tiffany se la folla con el enorme y aceitoso consolador, y Torri la anima a que la folle con más fuerza, hasta que, por fin, jadeando, se corre.

De nuevo hago que se lo coman una a la otra, pero empiezo a dejar de estar excitado-lo único que puedo pensar es en sangre y en el aspecto que tendrá su sangre-, y aunque Torri sabe hacerlo, sabe cómo comer coños, eso no me tranquiliza y la aparto del coño de Tiffany y me pongo a lamerle y mordisquearle el coño rosa, blando y húmedo mientras Torri se abre de piernas y se sienta con el culo encima de la cara de Tiffany mientras se manosea el clítoris. Tiffany le come el coño, mojado y brillante, con ganas, y Torri estira la mano y agarra las tetas grandes y firmes de Tiffany. Yo muerdo con fuerza el coño de Tiffany, y ésta se pone tensa.

-Relájate- le digo, para tranquilizarla, y ella empieza a quejarse, tratando de apartarse, y por fin suelta un alarido cuando le desgarro la carne con los dientes. Torri cree que Tiffany se está corriendo y empuja su propio coño con más fuerza contra la boca de Tiffany, soltando gritos casi igual de fuertes, pero cuando miro a Torri, con la cara cubierta de sangre, y carne y pelo púbico colgándome de la boca, mientras la sangre sale a borbotones del desgarrado coño de Tiffany, empapando el edredón, noto que le domina el terror. Uso un pulverizador de autodefensa para cegarlas momentáneamente y luego las dejo inconscientes con la culata de la clavadora automática.

Torri recupera la conciencia y se encuentra atada, encogida, en uno de los lados de la cama, de espaldas, con la cara cubierta de sangre porque le he arrancado los labios con unas tenazas. Tiffany está atada con seis pares de tirantes de Paul al otro lado, totalmente inmovilizada ante lo monstruoso de la realidad. Quiero que vea lo que le voy a hacer a Torri, y está colocada de tal modo que es inevitable que lo vea. Como de costumbre, en un intento de entender a estas chicas, filmo su muerte. Con Torri y Tiffany utilizo una cámara Minox LX ultra-miniatura que usa película de 9,5 milímetros, tiene un objetivo de 15 milímetros f / 3,5, fotómetro y filtro de densidad neutral incorporados, y está montada sobre un trípode. He puesto un CD de los Travellings Wilburys en un lector de discos compactos portátil que cuelgo de la cabecera de la cama para apagar los gritos.
Empiezo a desollar a Torri poco a poco, haciendo incisiones con un cuchillo de carne y desgarrándole trocitos de carne de las piernas y el estómago, mientras ella grita, suplicando clemencia con una voz aguda, y espero que se dé cuenta de que su tormento será relativamente suave comparado con lo que pienso a hacerle a la otra. Sigo rociándole la cara de Torri con pulverizador de autodefensa y luego trato de cortarle los dedos con unas tijeras de uñas y por fin le echo ácido en la tripa y los genitales, pero nada de eso parece que vaya a matarla, de modo que recurro a degollarla y por fin la hoja del cuchillo le corta lo que quedaba de cuello, topando con el hueso, y me interrumpo. Mientras Tiffany mira, finalmente le sierro la cabeza por completo, y levantándola como un trofeo, cojo mi polla púrpura por la erección y bajo la cabeza de Torri a mi regazo y se la meto en su ensangrentada boca y me pongo a follármela, hasta que me corro dentro de ella. Después estoy tan empalmado que casi ni puedo moverme por la ensangrentada habitación con la cabeza, que noto caliente y sin peso, en la polla. Esto me divierte un rato, pero necesito descanso, de modo que me quito la cabeza, metiéndola en el armario de roble y teca de Paul, y luego me siento en una silla, desnudo, cubierto de sangre y miro la película del canal por cable en el televisor de Owen, mientras bebo una Corona, quejámdome en voz alta, al tiempo que me pregunto por qué Owen no está abonado al canal codificado de películas.

Más tarde -ahora- le estoy dciendo a Tiffany:

-Te dejaré marchar...-Y le acaricio suavemente la cara, que está resbaladiza, debido a las lagrimas y al pulverizador y me reconcome que durante un momento crea que tiene esperanzas antes de que vea la cerilla encendida que tengo en una mano y que he arrancado de un sobre que cogí en la barra de Palio's donde estuve tomando unas copas con Robert Farrell y Robert Pretcher el viernes pasado, y la bajo hacia sus ojos, que ella cierra instintivamente, quemándole las pestañas y las cejas, luego utilizo un encendedor Bic y le sujeto los párpados con los dedos, asegurándome de que los tiene abiertos, quemándome el pulgar y el meñique en el proceso, hasta que le estallan los globos oculares. Mientras ella está todavía conciente me echo encima de ella y, separándole las nalgas, le clavo un consolador que he atado a un palo, en el recto, utilizando la clavadora automática. Luego, volviendo a darle la vuelta, mientras el cuerpo le tiembla de miedo, le corto toda la carne alrededor de la boca y, utilizando la taladradora eléctrica con una broca desmontable enorme, le hago más grande ese agujero mientras ella tiembla, protestando, y una vez más quedo satisfecho con el agujero que he hecho-su boca está lo más abierta posible; es un túnel rojizo oscuro con una lengua retorcida y dientes arrancados- fuerzo la mano dentro, hundiéndosela en el fondo de la garganta, hasta la muñeca-durante todo esto mueve incontrolablemente la cabeza, pero no puede morder porque la taladradora eléctrica le ha arrancado todos los dientes de las encías-, y agarro las venas que tiene allí y se las suelto con los dedos y cuando consigo arrancárselas bien, tiro con fuerza por la boca abierta, hasta que el cuello se hunde, desaparece, la piel se tensa y se rompe aunque sale poca sangre. La mayor parte de las entrañas, incluida la yugular, le cuelgan de la boca, y todo el cuerpo se le agita, como una cucaracha patas arriba, temblando espasmódicamente, mientras sus ojos deshechos le cuelgan por la cara mezclándosele con las lágrimas y el líquido pulverizador, y luego, rápidamente, sin querer perder tiempo, apago las luces y en la oscuridad, antes de que muera, le desgarro el estómago con las manos. No puedo decir lo que estoy haciendo con ellas, pero hacen ruidos como de chapoteo y las tengo calientes y cubiertas de algo.

Repercusiones. Nada de miedo, ninguna confusión. No me puedo quedar pues hoy tengo cosas que hacer: devolver cinta de video, hacer ejercicios en el gimnasio, ir a un nuevo musical inglés de Broadway al que prometí llevar a Jeanette, reservar mesas para cenar el algún sitio. Lo que queda de los dos cuerpos ya tiene el rigor mortis. Parte del cuerpo de Tiffany-creo que es el suyo, porque me ha costado mucho separar uno del otro-se ha hundido y le asoman las costillas, la mayor parte de las cuales están partidas por la mitad y le aprietan los dos pechos. He clavado una cabeza a la pared, los dedos están dispersos por el suelo o dispuestos en una especie de círculo alrededor del lector de discos compactos. Uno de los cuerpos, el que está en el suelo, se ha cagado y parece lleno de marcas de dientes por donde lo he mordido salvajemente. Con la sangre del estómago de uno de los cuerpos que tengo en la mano, escribo, con chorreantes letras rojas encima del revestimiento de faux de piel de vaca del cuarto de estar, las palabras "HE VUELTO" y debajo hago un espantoso dibujo que parece algo así…

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